“Te pasa la vida
tratando de hacerlas volar. Corres con ellas hasta quedar sin aliento. Caen al suelo.
Chocan con los tejados. Tú las remiendas, las consuelas, las ajustas y les enseñas.
Observas como el viento las mece y les aseguras que un día podrán volar.
Finalmente vuelan."
(Aplícate el cuento. Jaume Soler y Mercé Conangla.)
Suele pasarme que a menudo leo
algún libro que me hace recordar alguna experiencia vivida en el aula y
me da pie a alguna reflexión.
Este es el
caso de este artículo que escribió Erma Bombeck comparando a los niños con las cometas. Y que
recogen Jaume Soler y Mercé Conangla en su libro "Aplícate el cuento”. Un libro lleno de relatos,
cuentos y anécdotas con una buena dosis emocional que invita al lector a
ir más allá de la pura y simple lectura.
Cuando leí
este relato no pude dejar de pensar en lo acertada que estaba la comparación. Y
me llevó a recordar una anécdota que he tenido con mis "Pequeños
Duendes" no hace mucho.
Era uno de
esos días en que haciendo uso de las nuevas
tecnologías en el aula, ponía a mis alumnos un cuento en la pizarra digital. El
cuento estaba puesto con una determinada intención: a través de "Ricitos de Oro y los tres ositos" trabajaríamos los tamaños, grande,
pequeño y mediano.
Y allí
estaba yo, a la vez que el cuento se desarrollaba en la pantalla, yo iba
haciendo hincapié en las aclaraciones que me parecían oportunas. De
repente oigo una voz que me llamaba:
- Madizaaa,.... era Candela
que con sólo tres añitos y esa lengua de trapo que
aún no sabe pronunciar correctamente las letras, ponía su dedo índice en la
boca y me decía: - zzzzhhhhh tú calla.
Como podéis imaginar me callé.
No había nada que decir. Todo lo interesante e
importante para mis alumnos lo estaba diciendo el cuento. Me di cuenta de que
ya no necesitaban de mis explicaciones. Y pensé:"caramba cada vez se sueltan antes”. Cómo deciros que me
sentí poco menos que desplazada, la verdad es que me reí para mis adentros. No sé
si fue la autoridad con que me lo dijo o la mirada que el resto de la clase
tenía que me hizo callar y pensar que realmente igual estaba hablando de más. Una
imagen vale más que mil palabras. Pero he de reconocer que ese desparpajo y esa
libertad para decir lo que piensan y sienten a esa edad, nunca me había
sucedido en todos mis años de docencia que son unos cuantos. Nunca sabe uno dónde está la medida justa
para soltar o recoger el hilo, pero hoy ellos te lo dicen.
Así que lo que
procede es ir soltando ese hilo, como el de la cometa y que vuelen cada vez más
alto, hasta que puedan hacerlo libres y solos. Eso sí, espero que
"mis Pequeños Duendes" lleguen a ser cometas de gran altura.