“- Quiero un helado. Víctor se había colocado detrás de Patrick y le apuntaba con una pistola de juguete.
-Lo siento, no tenemos helados.
-Pues entonces ve a comprarlos.
-No, no voy a ir a comprar helado, ahí afuera en la mesa tienes galletas. Coge alguna.
-¡Pero yo quiero un heladoooooooooo!
-¡Papá, el tío es muy malo, yo quiero un helado! Víctor salió de la cocina llorando en busca de sus padres...
[...] Víctor ha entrado en una fase en que intenta poner a prueba los límites de su propia voluntad. Y no queremos cohibir su desarrollo personal, así que lo dejamos para que él solo encuentre la línea divisoria entre sus deseos y los de su entorno- comentó Britta la madre de Víctor -...” (Los gritos del pasado. Camilla Läckberg)
Ya lo dice el refrán: "Dónde menos te lo esperas, salta la liebre", y es verdad que de todo libro se puede sacar buena enseñanza. Qué lejos estaba yo de imaginar que una novela negra de suspense e intriga iba a darme la pista para esta reflexión.
Cuando leí este fragmento del libro evoqué una de tantas escenas que se dan en el día a día en nuestras aulas de infantil. Y seguro que a muchos de vosotros también os resulta familiar el relato. Cuantas veces esos "pequeños duendes" nos echan un pulso a ver hasta dónde pueden llegar. Unas veces con palabras: "no quiero", "déjame en paz", "tú en mí no mandas.." Otras, las más, con acciones: pataletas, lloros, arrojando cosas y alguna que otra actitud agresiva.
Pero lo que de verdad me sonó novedoso fue el hecho de que Víctor amenazase a Patrick con una pistola para pedirle el helado. Podemos pensar que estamos ante un relato de novela , pero no sé porqué no dudo ni un momento de que pueda darse esta realidad: un niño empuña una pistola de juguete para intentar conseguir lo que quiere. No nos precipitemos en conclusiones. Esperemos que Víctor, como dice su madre, encuentre la línea divisoria entre sus deseos y los de su entorno.
Y hablando de deseos, ahora que estamos tan cerca de que se cumplan los de muchos niños en la noche más mágica del año, me viene al recuerdo una Navidad en la que nuestro hijo, David, que entonces tenía 4 años, escribió su carta a los Reyes Magos, y en ella pedía dos cosas: -La granja de Playmobil y la Paz en el mundo (sólo estaba permitido pedir dos cosas por orden de Sus Majestades).
En la mañana de Reyes cuando vio sus paquetes, se dirigió al de mayor tamaño y dijo:
- Este debe ser La Paz del mundo.
Os podéis imaginar la cara que nos quedó cuando todo apresurado rompió el papel que lo envolvía. Nunca pensamos que iba a esperar realmente que la paz del mundo pudiera venir en el camello de Melchor. En él no hubo lugar para la decepción porque la Granja de Playmobil ocupó todo sus pensamientos y emociones. Pero a mí me ayudó a reflexionar sobre las fases hechas que nuestros niños oyen y a explicarle, para salir del paso, cómo se puede construir la Paz en el día a día. Y para un futuro, muy próximo ya, cuando él sea un buen Físico (que lo será) seguro que encontrará el modo de contribuir a que en este mundo haya un poquito más de Paz.
Espero que en la carta de "mis pequeños duendes" a Sus Majestades de Oriente la línea divisoria entre sus deseos y los del entorno esté claramente diluida, y deseen para ellos lo mismo que hubiesen deseado para los demás, que no sean pequeños tiranos con pistolas de juguete llamados a construir un mundo egoísta y sin límites donde acampe a sus anchas el deseo personal por encima de todo y todos.
FELIZ AÑO 2011
4 comentarios:
Me ha encantado!!
Y lo de la paz en el mundo, todavía más.
Besines :)
me encantan tus relatos...en cada uno de ellos aprendo una cosa mas!
Es increible! hace tanto tiempo que no me das clase y aun siges enseñandome algo dia a dia cuando te leo!!
Por eso y por tantas cosas mas vas a ser siempre "mi sita marisa"
Te lo he dicho mil veces pero....gracias por ser como eres!!
Un besiiito
Te Quiero
Muy buena reflexión para éstas fechas tan especiales.
¡ójala todos los niños fueran como David y pidieran un poco de paz para el mundo!
Precioso relato. Desgraciadamente muchos padres hoy en día son como Britta y dejan que sus hijos encuentren esa línea divisoria...Espero que los Reyes Magos dejen un poquito de sentido común a muchos padres...
Gracias Marisa por tu reflexión, como siempre muy acertada. Un besazo y de paso aunque ya ha pasado una semana ¡Feliz año! Nos vemos pronto.
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