
"Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado la risa y me ha dado el llanto.
Así yo distingo dicha de quebranto,
los dos materiales que forman mi canto,
y el canto de todos,que es mi propio canto.
Gracias a la vida que me ha dado tanto."
(Violeta Parra)
¿Cuántas veces habremos cantado, tarareado o al menos escuchado estos versos? Yo, personalmente, la he cantado mucho, es un canto a la vida impresionante. Hoy me dice mucho más de lo que me dijo en sus tiempos. Hoy me habla de vida, de respeto, quizás en otros tiempos me habló de libertad. La risa y el llanto, los dos materiales que forman mi canto, que bonito distinguir lo triste y lo alegre, la dicha y el quebranto, lo mio y lo tuyo... Pero lo mejor de la canción está en: el canto de todos que es mi propio canto.
Entre mis "pequeños duendes" hay uno que está esperando un hermanito. Todos los días cuando Yaiza llega a clase le preguntamos:
-Yaiza, Edgar ¿ya nació?- y la niña con cierto aire de tristeza y desesperación nos dice: -No, todavía no, Marisa, no salió, será mañana. Ese mañana se vislumbra en sus ojos con esperanza, ilusión, alegría y emoción.
Yaiza -le pregunto- ¿tú tienes ganas de ver a tu hermanito, de que nazca? Y ella con los ojitos redondos y brillantes por la emoción me responde: sí, sí, se llama Edgar.
Y Edgar tiene mucha suerte, porque una familia está esperando por él, ansiosos de su llegada a este mundo, con todo un proyecto de vida por delante, independientemente del color de sus ojos, de su peso, estatura o forma de ser, incluso de su formación genética.
Esto me hace tener sentimientos encontrados, alegre por Edgar, porque su SER va a poder sentirse acogido, porque es un niño deseado, esperado, y también me siento triste por todos aquellos niños que no lo son ni lo van a ser. Me pregunto que sentido tiene que hoy luchemos por dar acogida y por tener más centros dónde nuestros niños puedan estar, que se apueste por las Escuelas Infantiles y los Centros de Educación Infantil y de este modo facilitar a las madres trabajadoras el poder compaginar trabajo y maternidad, si luego planteamos a éstas el que elijan ser madres. Me resulta contradictorio.
A mis "pequeños duendes" prefiero educarlos en el canto a la vida que es mi mismo canto.
Desde mi centro donde yo he visto a muchos niños llegar y marchar, de toda condición y clase, donde todos han sido un verdadero regalo para mi vida, y donde todos tienen un espacio y una oportunidad para crecer y ser felices, yo quiero hacer un canto a la vida y dar las gracias.
Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Felicidades Edgar, eres un niño afortunado. Todos te esperamos.
Me ha dado la risa y me ha dado el llanto.
Así yo distingo dicha de quebranto,
los dos materiales que forman mi canto,
y el canto de todos,que es mi propio canto.
Gracias a la vida que me ha dado tanto."
(Violeta Parra)
¿Cuántas veces habremos cantado, tarareado o al menos escuchado estos versos? Yo, personalmente, la he cantado mucho, es un canto a la vida impresionante. Hoy me dice mucho más de lo que me dijo en sus tiempos. Hoy me habla de vida, de respeto, quizás en otros tiempos me habló de libertad. La risa y el llanto, los dos materiales que forman mi canto, que bonito distinguir lo triste y lo alegre, la dicha y el quebranto, lo mio y lo tuyo... Pero lo mejor de la canción está en: el canto de todos que es mi propio canto.
Entre mis "pequeños duendes" hay uno que está esperando un hermanito. Todos los días cuando Yaiza llega a clase le preguntamos:
-Yaiza, Edgar ¿ya nació?- y la niña con cierto aire de tristeza y desesperación nos dice: -No, todavía no, Marisa, no salió, será mañana. Ese mañana se vislumbra en sus ojos con esperanza, ilusión, alegría y emoción.
Yaiza -le pregunto- ¿tú tienes ganas de ver a tu hermanito, de que nazca? Y ella con los ojitos redondos y brillantes por la emoción me responde: sí, sí, se llama Edgar.
Y Edgar tiene mucha suerte, porque una familia está esperando por él, ansiosos de su llegada a este mundo, con todo un proyecto de vida por delante, independientemente del color de sus ojos, de su peso, estatura o forma de ser, incluso de su formación genética.
Esto me hace tener sentimientos encontrados, alegre por Edgar, porque su SER va a poder sentirse acogido, porque es un niño deseado, esperado, y también me siento triste por todos aquellos niños que no lo son ni lo van a ser. Me pregunto que sentido tiene que hoy luchemos por dar acogida y por tener más centros dónde nuestros niños puedan estar, que se apueste por las Escuelas Infantiles y los Centros de Educación Infantil y de este modo facilitar a las madres trabajadoras el poder compaginar trabajo y maternidad, si luego planteamos a éstas el que elijan ser madres. Me resulta contradictorio.
A mis "pequeños duendes" prefiero educarlos en el canto a la vida que es mi mismo canto.
Desde mi centro donde yo he visto a muchos niños llegar y marchar, de toda condición y clase, donde todos han sido un verdadero regalo para mi vida, y donde todos tienen un espacio y una oportunidad para crecer y ser felices, yo quiero hacer un canto a la vida y dar las gracias.
Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Felicidades Edgar, eres un niño afortunado. Todos te esperamos.